Qué difícil que te ha tocado mujer...
los años quieren ser el triple,
y caerte encima,
y atrapar tu caminar en la soledad.
Es cierto que muchos quieren verte abajo,
es verdad que las miradas te juzgan y se dejan llevar
en las palabras de tormento hacia tu persona,
sin conocer...debes saberlo...sin conocer.
La angustia no quiere irse de tu pecho,
y debo decir que hasta el dolor ya está cansado,
tu viaje desde el nacimiento ha sido pedregoso,
cada etapa marcada por un animal azaroso.
A cada alegría le sigue la huella ácida
de la incertidumbre y la congoja,
tu visión quiere nublarse,
dejar de ver y anestesiarse.
¡Pero cómo es que siempre te levantas
del fondo de las vigilante miradas!
¡Cómo es que siempre te compones
para llevar al hombro nuevamente a tu gente!
Valor señora mía,
desde el profundo cuestionamiento,
ante la ausencia de comprensión
de tus propios cercanos y de tus sentimientos.
Coraje, fuerza y valentía,
levanta tu frente a un nuevo día.
Que en tus noches de desconsuelo
te cobije el amor de los incondicionales
que acompañan tu vuelo.
Esos que saben de tu magia,
de tus errores y tus faltas,
que saben verte y que siempre están presentes.
Que con palabras y abrazos te sostienen,
y sin preguntar silenciosos te aman y contienen.
Había una niña mujer,
con los ojos transparentes y de color miel,
que en los andares de la vida aprendió a ir a pie,
sin zapatos ni chalecos, y la inocencia a flor de piel.
Fue arropada de un espíritu ferviente,
por el viento que la empuja a liberar su frente,
su voz y sus espinas... un espíritu celeste,
que la guía en la certeza de que el mañana es venidero,
y que la travesía de la vida está bendita en la sencillez del día a día.